Cuando registramos un dominio, firmamos un contrato con un registrador. A menudo los contratos son pesados de leer, y muchas veces aceptamos sin saber del todo a qué damos nuestro consentimiento. Estos acuerdos se basan en los términos y condiciones de ICANN, pero también son importantes las leyes y reglamentaciones del país donde registramos el dominio.
En primer lugar y lo que tenemos más claro es que, como titular con licencia de un nombre de dominio, tenemos derecho a utilizar este nombre en exclusiva durante un período estipulado de tiempo. Normalmente los periodos van desde un año hasta diez años. Cuanto más tiempo registramos el dominio, más económico será el precio anual.
Aparte de eso, cuando registramos el dominio tenemos unos deberes. El primero es proporcionar nuestros datos de manera correcta y fiable y que estos datos no perjudiquen a terceros. Esto incluye el nombre completo y las direcciones postal y electrónica, información que se debe ir actualizando cuando el registrador nos la solicite.
Asimismo, tenemos un derecho muy importante de cara a los registradores: deben custodiar nuestros datos de manera segura para que no se utilicen de forma fraudulenta. Eso sí, siempre que las autoridades los soliciten, los tendremos que proporcionar.
Un registro de dominio no funciona muy diferente de otro contrato. Están los acuerdos entre el registrador y el registrante, pero por encima de todo está la legislación vigente de cada territorio donde se contrata este dominio. Por lo tanto, es importante saber dónde está ubicado nuestro registrador para saber qué leyes regulan nuestro contrato de dominio. Por ejemplo, si tenemos una disputa sobre el uso del nombre del dominio, serán los tribunales del país del registrador los que decidirán.